Estéticas digitales: pensar las formas emergentes/disruptivas en la era digital
Carolina Gainza C.
Curadora e investigadora en cultura digital
La muestra “estéticas digitales” expone 21 obras de autores chilenos/en Chile que se sitúan en el cine, música y literatura, las cuales, al mismo tiempo, ponen en tensión las prácticas creativas de estas disciplinas. Es la primera vez que estas obras se encuentran reunidas en una exposición, cuyo objetivo es mapear la cultura digital en nuestro país. Por otro parte, la muestra busca poner en diálogo el régimen que emerge del movimiento producido por la entrada de las tecnologías digitales en la creación artística y aquel más tradicional que corresponde a formatos y lenguajes que han sido validados dentro de las disciplinas artísticas que consideramos en esta exposición ─ literatura, música y cine. Al mismo tiempo, se constituye como una muestra que desafía los lenguajes y definiciones “disciplinares” establecidos. Exponer esta selección de obras, dispersas hasta ahora en internet, en un mismo lugar permite que los “operadores”, refiriéndonos de esta manera a quienes van a manipular y operar las obras seleccionadas, realicen sus propias conexiones, tanto entre las obras como entre las disciplinas.
El tema curatorial de la bienal busca reflexionar sobre la catástrofe y los movimientos disruptivos, principalmente en torno a fenómenos naturales como los terremotos. Pero más allá del quiebre que producen estos fenómenos, un estado de paralización y miedo, nos preguntamos por las “emergencias” que se derivan de un movimiento disruptivo. Esta muestra lleva esta pregunta al terreno de lo simbólico, en relación con nuevas formas de creación. De esta forma, a partir de las obras reunidas en esta exposición se busca ampliar estas categorías, realizando el ejercicio de pensar lo “disruptivo” a partir de una reflexión sobre el estado de las prácticas disciplinares-artísticas en el contexto digital. En esta línea proponemos explorar cómo diversas experiencias creativas emergen de la ruptura que han instalado las tecnologías digitales en las prácticas artísticas.
La mayoría de las obras seleccionadas encuentran sentido sólo al acceder a ellas a través del espacio digital, es decir, han sido concebidas para ser operadas en la pantalla de un dispositivo electrónico. Otras entran diálogo con estos espacios, donde lo digital genera otras experiencias de percepción. La hipertextualidad es la estructura que define estas obras, la cual no sólo se expresa en una organización narrativa no lineal, sino que también en la posibilidad de extender las obras a partir del potencial de intervención que contiene el lenguaje digital. Hablamos de zonas creativas que al mismo tiempo que introducen elementos destructivos en los campos disciplinarios, generan movimientos de apertura, emergencias que proponen otras formas de percepción y experiencia.
Las prácticas creativas que se apropian de las tecnologías digitales para generar nuevos espacios de experimentación instalan una grieta en las disciplinas artísticas y provocan movimientos múltiples, tanto de resistencia desde las zonas más tradicionales como de apertura a nuevas formas creativas. Estas formas creativas que emergen en diversos campos de la creación — acá consideramos cine, música y literatura—tienen el potencial de modificarse constantemente, de poder ser intervenidos y hackeados producto del lenguaje, digital, que constituye su soporte. En este sentido, la grieta que provocan en las prácticas artísticas tradicionales, permiten, simultáneamente abrir espacios para reflexionar sobre la originalidad, la autoría y la propiedad, entre otros temas.
Alan Liu (2004) propone describir el contexto actual como “destrucción creativa”, en vinculación al concepto de “creación destructiva” utilizado por el economista Joseph Schumpeter para explicar la constante innovación que mueve al capitalismo y que busca destruir y desplazar a sus antecesores. La destrucción creativa, en cambio, refiere a obras en constante movimiento y construcción, que interpelan las formas establecidas, reconfigurándolas. En este sentido, las obras que seleccionamos no representan la “catástrofe” que se asocia a lo digital, como el fin del libro, el fin del cine o el fin de las industrias creativas, sino que más bien se trata de obras que, del caos que significa lo digital, instalan una productividad que nos permite pensar en la colisión de distintas formas creativas. La imagen, el sonido y la escritura adquieren, de esta forma, características de disolución y, al mismo tiempo, de expansión.